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ZEN Y CIENTO
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Le llamaban Ceniciento, no porque fuera cenizo y gafe, no porque perdiera un zapato, no porque volviera a casa antes de las doce, no porque su Hada Madrina le transformara en coche una enorme calabaza, no porque naciera un Miércoles de Ceniza, no porque trabajara de deshollinador o porque se sentara al lado de las brasas de la chimenea hasta verlas transformarse en cenizas, ni porque fuera un pirómano, sino por la cantidad de cigarrillos que se fumaba al día ...
Alejandro Pes Casado
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