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DALÍ, 1989
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Sería el único en toda la ciudad.
Nunca, en toda su vida desde que nació en Figueres en sus quince primaveras, se había encontrado por la calle o en un bar con Salvador Dalí.
En el año 1989, Salvador Dalí, falleció, y colocaron su capilla ardiente en el Museo Dalí, visitada por miles de figuerenses y curiosos.
Se puso a esperar en una larga cola que acababa muchas calles más abajo, sin encontrarse con ningún conocido.
Cuando llegó al féretro, Dalí yacía con una camisola de dormir de seda y un sombrero de dormir daliniano.
Se fijó en la cara del fallecido, y parecióle ver que le guiñaba un ojo con picardía.
Le parecía que debía ser una visión.
Se acercó al ataúd y Dalí abrió los ojos.
Sus ojos se salían de sus órbitas.
Alejandro Pes Casado
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